Nunca le digas a un inmigrante que tuvo suerte porque le fue bien.
¿Suerte?
Suerte es ganarse la lotería.
El resto es tener huevos.
El resto es ver venir la crisis y ver tu futuro truncado y querer algo mejor.
Es armar el plan, ejecutarlo, pensarlo, ahorrar (cuando se puede), buscarle la vuelta y seguir mirando hacia adelante.
Es llegar a tu país elegido y darte cuenta que no te conoce nadie y que a nadie le importa quien carajos eras, sino quien sos. A ver, demostralo! Ganate el derecho de piso.
Es insultante decirle a alguien que le fue bien porque tuvo “suerte”. La suerte se hace. Uno se la banca. Uno trabaja de cualquier cosa y va progresando que es lo que normalmente pasa en un país medianamente estable.
Después de muchos años uno levanta cabeza, arranca en serio. Cumple sus sueños a fuerza de poner el lomo y la cabeza. De saber insertarse, de hacer amigos, de poder aprender el idioma y la cultura. De capacitarse, de estudiar, de homologar títulos, de seguir capacitándose, de sacrificarse… ¿Suerte?
¿Suerte? No, m‘hijito. Eso no es suerte. Eso es determinación. Eso es apretar los dientes por no tener a la familia alrededor, es perderse muchos eventos familiares en tu país de origen. Es bancarse el dolor a la distancia al perder a un ser querido y no tener la oportunidad de estar ahí para despedirlo.
Pero también es elegir zafar del “destino”. Despojarse de los mandatos paternos/familiares de que uno tiene que hacer A, B o Z. Hay que tener agallas. Hay que tener claridad mental y fortaleza de espíritu. Es poder decir “Lamento que no estés de acuerdo pero yo voy a conducir mi destino”.
Puede sonar duro, chocante pero déjenme decirles que emigrar no es para cualquiera. Se necesita cierta locura, cierto apego a la aventura y valentía para afrontar lo desconocido. Hambre de aprender, de conocer y progresar.
Decirle “te va bien porque tuviste suerte” a alguien es de mala leche. Es querer bajarle el precio a su esfuerzo. Es chorrear envidia.
Los inmigrantes pagamos la “suerte” muy cara. Con sangre, sudor y lagrimas. Y lo volveríamos a hacer una y mil veces. Es no tenerle miedo al “Volver a empezar”. El inmigrante tiene un espíritu indomable. Como decían por ahí… “El inmigrante es hijo de los barcos”. Los barcos están seguros en el puerto y se ven lindos en las fotos. Pero los barcos no se construyeron para eso. Se construyeron para desplegar las velas y echarse a la mar. Y cuando no sopla el viento, remar y remar y seguir remando. En las tormentas se hacen los marineros. De suerte, muy poco.
De coraje, valor y esfuerzo, mucho…